El imaginario español en el tema
emigración está lleno de recuerdos en blanco y negro, de humildes obreros, con
sus boinas caladas, con sus pañuelos llenos de lágrimas, saliendo de una
España, que no les podía dar de comer, pero que sin embargo se sentía, y se
vendía como la salida obligada de un extraño paraíso. Claro, muchas de estas
emociones venían avaladas por el franquismo, nacionalismo de pandereta barata,
que sin embargo, sigue perdurando. Hoy, la crisis nos trae esos mismos sabores
de obligación, de solución de último recurso, cuando alguien habla de la
posibilidad de salir a trabajar fuera, casi siempre añade alguna coletilla del
tipo, “es que aquí no hay nada…”, y convierte el hecho de buscarse la vida
fuera del país en una decisión de urgencia, apresurada, y muchas veces
improvisada.
España es una país que tiene
mucho que ofrecer, qué duda cabe, pero es un país, que también tiene mucho que
aprender, y por extensión los españoles tienen que asomarse fuera para
enriquecer sus vidas, aprender, especializarse, estudiar nuevas formas de ver
la vida, nuevas filosofías de vida y trabajo. Salir fuera de las fronteras, no
debiera de ser una obligación, no debiera de ser un pañuelo de lágrimas, sino
una aventura motivadora, que debiera de calcularse con atención, porque no va a
ser un paréntesis en nuestras vidas, sino todo lo contrario, un complemento,
una extensión de lo que hasta hora veníamos siendo, si viajar se ha ponderado
siempre como una lección de vida, residir y trabajar fuera de la propia cultura
es el viaje definitivo.
Y con esta idea como filosofía,
volvemos a la crisis, que nos guste o no, en muchos casos nos llena de
urgencias, pero que también a los indecisos les pueda dar ese empujón, que dan
al borde de la piscina a aquel que quiere sumergirse, pero teme abandonar la
seguridad de la orilla. Los empujones siempre son reprobables, desagradables,
pero en muchos casos, una vez inmerso en el nuevo elemento, te mueves, nadas, y
si te llenas de objetivos disfrutas. Habrá quien salga mentando la madre del
que le dio el empujón, regrese a la orilla, traumatizado con el agua para el
resto de su vida, pero seguramente, ahogarse siempre fue el primer pensamiento,
el segundo su amada orilla, la orilla, mi orilla, mi tierra, mi país, en definitiva
mi España. Cómo en un contrato dirían, la situación económica actual, de ahora
en adelante denominémosla crisis, no es un amigo generoso que nos ayuda, pero
no hay nada más enriquecedor que saber convertir un golpe en impulso.
Un día esperemos que próximo,
esta crisis, será un recuerdo pasado, y los españoles no tendrán que salir
corriendo a buscarse las lentejas fuera del país, pero tal vez esto nos haya
enseñado, que fuera hay valores tan interesantes, experiencias tan nutritivas,
como aquí dentro, y que los términos dentro y fuera, se queden para Barrio
Sésamo, y a la hora de estudiar, trabajar, buscar una vida en definitiva, la
amplitud de miras sea el común denominador, y no, no creo que sea una
entelequia, es una cuestión de un simple cambio de actitud y de pensamiento.
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